Podemos dar una definición de educación para la innovación, y partimos que constituye en principio la creación o adaptación de nuevos conocimientos y su aplicación a un proceso productivo, con repercusión y aceptación en el mercado.
Durante
mucho tiempo se pensó que bastaba con una buena base científica para poner en
marcha el proceso innovador, que era suficiente formar y preparar
investigadores científicos para conseguir la inyección de conocimiento de
interés en el ámbito económico. Con el tiempo se ha ido demostrando que esto no
es del todo cierto, pues existen ejemplos que dan cuenta de innovaciones
surgidas desde las empresas, en centros tecnológicos, a partir de demandas de
los consumidores, debidas a los propios trabajadores, etc.
Hemos
descubierto con el paso del tiempo el valor de la invención, ya que la misma la
hemos usados de manera masiva y coordinada en la sociedad moderna. Pero la
Invención que necesitamos hoy es bien distinta de la que caracterizó los
desarrollos tecnológicos del pasado. El tipo y uso de la creatividad durante la
primera y segunda revolución industrial se diferencia enormemente del sentido
que se le atribuye actualmente. Durante la primera revolución industrial la
invención era de tipo individual y espontánea, aunque se transfería a través de
canales sociales. En la segunda revolución industrial se produce un gran
impulso, aglutinante y fecundo, de este tipo de invención. Es a partir de la
segunda guerra mundial cuando surge una invención de tipo colectivo, basada en
la colaboración, es decir, lo que podríamos llamar una “invención organizada”.
Una
definición de “invención organizada” es aquella que permite incorporar y
encauzar los impulsos individuales e incrementar el rendimiento que de ella se
esperan. Estos procesos se deben al aumento de la variedad y complejidad de los
obstáculos planteados, que están cada vez más interconectados y exigen
respuestas también más integradas. La educación actual debe necesariamente
contemplar ese proceso de innovación. Un elemento tan importante con es “la
innovación organizada”, de la que en gran medida depende la capacidad de
innovación, debe ser tenida en cuenta en cualquier de las planificaciones
educativas.
Hoy
en día es habitual encontrar una educación tecnológica individualista y que
desatiende el aspecto innovador de los individuos, tomando como base del
proceso un aprendizaje memorístico y contrario a la innovación. La innovación y
la diversidad en la formación de especialistas es además necesaria en la
sociedad actual pues ésta requiere cada vez más de “especialistas eventuales”, dado
el vertiginoso ritmo del cambio tecnológico actual y la rapidez con la que
“envejecen” los contenidos del conocimiento.
La
innovación tecnológica es, en definitiva, un acto de creatividad y
participación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario